Se entiende como paradoja de la carne el conflicto psicológico que surge en la mente humana al contraponer la voluntad de comer carne y la voluntad de evitar el sufrimiento animal. Esto genera lo que se denomina como disonancia cognitiva. Este término, acuñado en 1957 por el psicólogo social Leon Festinger, hace referencia a la tensión interna que sufre la mente humana cuando entran en conflicto ideas, creencias, emociones o comportamientos.
En este caso, aplicado al consumo de carne, se crea una incoherencia interna que nos dice que matar y torturar es incorrecto pero comer carne es correcto, siendo una cosa necesaria para la otra. Es decir, justificamos un comportamiento que sabemos que es contrario a nuestros valores y principios mediante mecanismos que crea nuestra mente.
SI NO LO VEO NO EXISTE
La industria cárnica y de explotación animal, sabiendo la existencia de este fenómeno psicológico, tiende a distanciar la carne como producto final de su proceso de producción. Pasan de mostrar animales felices en sus campos a mostrar el filete en la bandeja del comercio; saltándose el proceso de la muerte.
La disociación es tal que la población consumidora de animales llega incluso a percibir que el animal vivo y la porción de carne son dos cosas completamente diferentes que no tienen nada que ver. Desanimalizar la comida y no pensar en que ese pedazo de carne perteneció a un ser que estuvo vivo en algún momento es la forma ideal que tiene la mente para dejar de sentir culpa o rechazo y romper con el conflicto que surge entre, por un lado, comer animales y, por otro, amarlos. Del mismo modo que la población granjera o cazadora utiliza términos menos negativos para referirse a la matanza animal como sacrificar, cuartear o pelar para referirse a matar, descuartizar y desollar.
LAS 4 ENES
La paradoja de la carne se sostiene con la teoría de las 3 enes, que defiende que hay tres justificaciones por las que las personas que consumen animales lo siguen haciendo. Sin embargo, estudios posteriores añadieron una cuarta justificación:
1. Normal
“Comer carne está bien porque la mayoría de la gente come carne”. Esta falacia circular explica que la tradicionalidad del consumo de carne es la que provoca la normalización del acto y ya supone un argumento de peso para continuar haciéndolo. Si todo el mundo lo hace es porque es correcto.
2. Natural
“Comer carne es lo natural, no comer carne es negar la propia naturaleza del ser humano”. Por esa regla de tres todo lo que está presente en la naturaleza es bueno: tornados, tsunamis, plantas venenosas, etc. También es “natural” en otras culturas comer insectos pero eso ya no nos parece tan natural.
3. Necesario
“Comer carne es necesario, si no comes carne tendrás carencias nutricionales y mala salud”. A pesar de conocer de sobra que la biología humana está diseñada para ser omnívora, todavía hay gente que piensa que el ser humano es carnívoro, que necesita las proteínas animales para estar sano. Actualmente hay cientos de estudios oficiales que demuestran que una dieta vegana es perfectamente saludable. Y es por esto que en estudios posteriores nace una cuarta ene.
4. Nice (Agradable)
“Comer carne está bien porque sabe bien y me gusta”. Una vez rechazamos que comer carne está bien porque lo hace todo el mundo, porque es lo natural y lo natural es bueno y porque es necesario para el cuerpo humano, el último argumento es porque está buena. Es actualmente la justificación más popular porque no tiene un fundamento científico rebatible. Se convierte en un hábito que haces porque quieres y punto.
El cerebro siempre va a buscar un mecanismo de ajuste para justificar un comportamiento, cuando la solución más fácil sería: si un comportamiento te crea disonancia cognitiva no ajustes las justificaciones, ajusta el comportamiento.
REBOTA REBOTA Y EN TU CULO EXPLOTA
La paradoja de la carne, que se resolvería tan fácilmente como dejar a un lado el comportamiento que la crea, provoca múltiples reacciones que enfrentan a la población consumidora. La mente es experta en protegerse de realidades a las cuales no se quiere enfrentar, sobre todo cuando es su propio comportamiento el que tiene que ser juzgado. La forma más fácil de hacerlo es atacar (voluntaria o involuntariamente) a los seres humanos que no tienen ese comportamiento. Una práctica muy común entre la población consumidora de animales es buscar comportamientos o ideas reprobables en la población no consumidora que tengan poco o nada que ver con el veganismo como ejemplo el uso de tecnologías contaminantes, la compra de ropa o tener animales domésticos en casa.
¿CÓMO AFECTA ESTO A MI NEGOCIO?
Varios estudios han demostrado que en restaurantes omnívoros un mismo plato vegetal aumenta un 50% su venta cuando no está descrito como vegano o vegetariano.
La pregunta que nos hacemos entonces como emprendedores/as es si un negocio que puede provocar tantos detractores es viable. Como ya sabemos, el movimiento vegano es un mercado en alza y poco a poco va ganando cuota de mercado, por lo que la respuesta es sí.
De hecho, contamos con que, en esta sociedad dividida, los no veganos pueden consumir productos veganos pero los veganos no consumen productos no veganos. Cuando conozcamos bien a nuestro público objetivo podemos ampliar el abanico para llegar a un público más amplio. En ocasiones nos encontraremos que para conseguir esto tendremos que adaptarnos un poco para no generar disonancia cognitiva y que no se sientan atacados. Podemos atraer a nuestro negocio ético clientes de las dos vertientes. Entonces, ¿cómo podemos animar a que un target no vegano consuma tu producto? Tenemos varias opciones:
Apelar a la calidad
Explicar los beneficios del producto sin hacer mucho hincapié en que es más saludable. El hecho de vender salud hace en ocasiones que el consumidor lo perciba menos atractivo e incluso, si es un producto de alimentación, menos delicioso.
No sobre-etiquetar
No es necesario marcar como vegano productos como frutas, verduras u hortalizas, etc. Productos que sabemos que son aptos para la dieta vegana y no se han creado específicamente. Del mismo modo que no llamamos “hummus vegano” al hummus.
Focalizar la atención en el buen sabor
La cuarta ene nació precisamente porque el sabor es algo muy importante a la hora de escoger alimentos. Además, como partimos de la base de que algunas personas pueden considerar que las hortalizas, vegetales y legumbres no tienen un sabor tan bueno como otros alimentos de origen animal, cuando prueban platos veganos exclaman con sorpresa: “¡Ah! ¡Pues está bueno!”
No culpabilizar
Al enumerar los beneficios intentar potenciar lo bueno de consumir ese producto y no lo malo que es consumir otro similar pero de origen animal.
Buena alternativa
Mostrar el producto o el servicio como una alternativa a lo común, sin desprestigiar a otros no veganos.
Explotar sus beneficios eco
Mostrar la parte del producto sostenible y ecológica: cadena de producción, transporte, impacto medioambiental, etc.
Si necesitas ayuda para integrar platos veganos en la carta de tu restaurante o para comunicar las opciones veganas en tus canales de comunicación, no dudes en contactarnos y desde La Zorra estaremos encantadas de ayudarte.